
La belleza de la calma
Mi mantra para la Calma: para, respira, observa
Estas palabras irán de la mano en La Calma de Bea, apostando por un concepto de Yoga donde lo importante es cuidarnos, mimarnos y respetarnos. Y a esto me refiero con la Belleza de la Calma.
Todos hemos vivido algunos momentos en los que hemos necesitado muy poco para ser felices, para estar tranquilos. Es cierto lo que se dice de que a veces, los grandes placeres de la vida se encuentran en las cosas más pequeñas. Son esos instantes en los que tomamos conciencia de ese momento que vivimos, independientemente de lo que nos rodea, de los desafíos que enfrentamos. Con calma podemos estar abiertos a lo que se desarrolla ante nosotros, eliminando barreras, sin estar a la defensiva y sin necesidad personal de validación y atención.
Cuando una persona está tranquila, es porque está expresando lo que es la calma, practicando, puede modelar nuestro comportamiento aportando elementos de serenidad, tranquilidad y satisfacción. Además, es excelente para nuestro bienestar general y el de los que nos rodean.
Y de ahí viene esa belleza, al practicar, aprendes a acceder a esa calma que realmente ya está dentro de ti. Esto lo conseguimos al respirar, al desacelerar el ritmo, quedarse quieto y reconocer, a través de sentir, oler, ver y oír, el lugar de calma que ya poseemos. Encuentra ese lugar. Puede estar oculto bajo una actividad excesiva, creencias estresantes y enojadas o detrás de una falta de interacción con el “yo”.
Encuentra la belleza de la calma a través de la respiración. Esta práctica hará que tu cerebro se enfoque solamente en la respiración y deje fuera el resto de tensiones:
Prepara un lugar, coge cojines y ambiéntalo si te apetece con incienso o una vela; siéntate de forma cómoda, dejando que la espalda se alargue; cierra los ojos y coloca una mano sobre el abdomen y otra sobre el pecho; comienza a llevar la atención a tu respiración, siente como el aire entra y sale del cuerpo, puedes contar 4 para inhalar y 4 para exhalar, trata de quedarte entre 1 y 3 minutos al principio. Parece fácil, pero la mente va a querer irse, así que vuelve a tu respiración cada vez que ocurra; al finalizar, escribe cómo te has sentido y cómo estás. Lleva un diario de esta práctica. Poco a poco irás sintiendo que es más fácil quedarse más calmado después de haberlo realizado.
Si utilizas algún aroma, seguramente su fragancia te ayudará a llegar a la calma. Puedes masajear las plantas de los pies las sienes con aceite de lavanda. Al olerlo, el cerebro y el cuerpo entran en modo relajación, se activa el sistema parasimpático, ralentizando el sistema simpático, encargado de la gestión del estrés.
Puede suceder que en algún momento sientas cambios emocionales. No los evites, son normales. Y tampoco los juzgues. Date permiso de sentir, de llegar a la calma a través de la emoción. Lo más importante es no tensar, no insistir y no obligar a la mente porque puedes conseguir lo contrario a lo que buscas, puedes estar más inquieto.
Cultivando ese espacio de calma, dejando que el cuerpo se relaje, nos vamos habituando a este “nuevo” estado, nos familiarizamos con la tranquilidad tanto del cuerpo, como de la mente.
Quizás prestar atención a la respiración es lo más fácil que podemos hacer para acceder a la calma, pero es importante prestar atención a otros aspectos como es nuestra salud física. Con un cuerpo sano, es más sencillo enfocarnos y favorecer esa calma mental. Si has padeces o has padecido en algún momento (como me ha pasado a mí), un prolongado estrés, junto con la ansiedad que conlleva, te darás cuenta que, aunque el cuerpo está preparado para soportar esas situaciones de forma puntual, de entrar en estado de alerta, y en ese caso no es dañino, pero no lo está para que se produzca de forma continua. A la larga, incrementa el riesgo de padecer enfermedades coronarias, depresión, obesidad, disminuye nuestro rendimiento, afecta a nuestro sueño y atención durante el día. Practica la calma a través de la respiración, de la alimentación y del ejercicio.
Un buen ejercicio es el yoga y uno de los elementos que hacen que el yoga funcione es por la respiración, un elemento clave en su práctica. Además, fomenta el uso del sistema nervioso parasimpático. En situaciones de estrés el cuerpo activa su contrario, el sistema nervioso simpático, cuando se activa, aumenta la frecuencia cardiaca y la presión arterial, debido a que el cuerpo se está preparando para lo que tenga que hacer frente, da igual que se trate de un informe que hay que entregar y no llegamos a tiempo, que de escapar huyendo de un león. Si tienes ansiedad, este sistema se puede activar, aunque no haya amenaza y puede causar ataques de pánico. El sistema parasimpático del que hablaba anteriormente y con el que trabajamos en yoga, se activa cuando te sientes seguro, disminuye la frecuencia cardiaca y la presión arterial, y dirige el flujo sanguíneo hacia el estómago e intestinos, reduciendo los ataques de ansiedad.
Así que pasa unos minutos cada día restaurando tu calma y paz interior.
Vive con atención y traslada esa atención a otros ámbitos de tu día a día.
Busca la belleza de la calma.